Rescato el post del pasado martes. Hoy 19 de octubre es el día contra esta familia de enfermedades.
Correr es agotador. Cuando un tratamiento médico contra el cáncer provoca que tu cuerpo engorde treinta y cinco kilos, correr es un imposible. Un imposible.
¿Y qué hago? ¿Me quedo tumbada en la cama?
Lo hemos oído tantas veces que nos parece cotidiano. Pelear contra la enfermedad. Pero es un modo heroico de salir a luchar contra ese imposible.
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Chadia nunca había corrido. Tampoco había escrito nunca un libro ni había pasado por el traumático proceso una quimioterapia, radioterapia y anticuerpos humanos. Pero todo llegó. Le habían quitado un pecho y hecho una reconstrucción con músculo y piel de la espalda. Incapacitada para un buen ramo de deportes.
Peleó porque su corazón respondiera. El tratamiento le había mermado la capacidad de trabajo de ese órgano vital. Pero siguió un minuto más que el día anterior. Y correr se convirtió en algo que necesitaba como el vivir.
Correr era demostrar ese impulso de la vida.
El 19 de noviembre presenta un libro. Se llamará “Corredora de la Vida” y será publicado por la editorial Sial-Pigmalion. Lo de menos, quizá, es que se trate de un libro que habla de correr. Chadia vive en una fase de explosión vital. Pasó de arrastrarse para completar un kilómetro más que el día siguiente a sentir que correr le daba un extra.
Estuvo trabajando para los demás y comprendió algo sobre cómo funciona la cabeza en una enfermedad. Hoy cuenta cómo superar todas las noticias, como relacionarse con los médicos y el sistema, las diferentes terapias complementarias que utilizó. Chadia entendió que hay que aceptar la enfermedad como un “proceso de humanidad”.
Humanidad que en otros lugares falta. Empresas que despiden un empleado por tener un cáncer o una enfermedad dura. Humanidad que le sobra a ella. Tanto que, en Abril, participaba en el medio maratón que se organizaba al mismo tiempo que el Maratón de Madrid. En el kilómetro dieciséis cometió un error y, en lugar de seguir por su recorrido de 21 kilómetros, tomó la calle Fuencarral para abajo. Cuando se dió cuenta decidió intentarlo. Terminó el maratón completo.
Es un torrente que contagia entusiasmo.
Ejercita su papel como voluntaria en la unidad de oncología del Hospital de la Paz. A enfermos y también a familiares. “Por que veo que quienes necesitáis más información sois los familiares de los enfermos”. En efecto. No sabemos qué decir, si hablar al paciente o no hablarle sobre su situación. En muchas casas hay una Chadia peleando por su vida.
En mi casa hay una Chadia, sin ir más lejos.
La parisina corredora ha trabajado con los doctores de las unidades de ese fabuloso hospital de Madrid. A través de su experiencia está convencida que ser más humanos ayudará a que doctores y pacientes afronten mejor esa terrible familia de enfermedades. Los primeros, como dice el Dr. José Ignacio Sánchez, con un simple gesto, dando una mano al paciente. Conectando con él o -como este caso- con esa mujer que teme por su vida y a la que se le ofrece una solución quirúrgica donde el resultado estético puede ser incierto.
El valor de unos y otros es mirar al fondo del pasillo y buscar un lugar más allá. Es lo que muchas veces hacemos como corredores.
Preguntarle a nuestro miedo si no tiene otra cosa mejor que hacer esa tarde.
Quizá no se equivocó del todo en ese kilómetro dieciséis.